Mictlantecuhtli, dios de la muerte y el inframundo azteca

Mictlantecuhtli, el dios azteca de la muerte, es una deidad que ha sido objeto de adoración y temor en la cultura mexicana durante siglos. Su nombre en náhuatl significa «Señor del lugar de los muertos» y es considerado como el gobernante del inframundo, el lugar donde van las almas después de la muerte. Esta deidad se relaciona con la muerte y el renacimiento, y su culto tenía una gran importancia en la sociedad azteca, tanto que le dedicaban una festividad anual, llamada «Día de los Muertos». En este artículo conoceremos más sobre Mictlantecuhtli y su papel en la religión y la mitología azteca.

Según la cosmovisión mexica, el universo estaba estructurado en múltiples niveles interconectados, cada uno con una función específica dentro del orden cósmico. Dentro de esta estructura, el Mictlán representaba el reino supremo de la muerte, siendo el destino final de aquellos que no habían fallecido de manera excepcional, es decir, sin haber perecido en la guerra, durante el parto o mediante un sacrificio ritual. En este ámbito sombrío, el noveno y último estrato del inframundo estaba gobernado por Mictlantecuhtli, una de las deidades más temidas y veneradas del panteón mexica, cuya figura encarnaba la disolución definitiva del ser.

Sin embargo, su papel no se limitaba únicamente a regir sobre los muertos, sino que también tuvo una función esencial en el ciclo de la creación humana. Según el mito, el dios Quetzalcóatl descendió al Mictlán con el propósito de recuperar los huesos de los antiguos humanos y dar origen a una nueva humanidad. No obstante, Mictlantecuhtli, como guardián implacable del inframundo, se opuso a esta empresa, estableciendo obstáculos y pruebas para frustrar el propósito del dios emplumado.

El conflicto entre ambos dioses no fue solo un enfrentamiento de voluntades, sino una representación de la lucha entre la vida y la muerte, fuerzas que los mexicas concebían como interdependientes. Los huesos, más que simples vestigios del pasado, eran símbolos del ciclo eterno de destrucción y regeneración. La insistencia de Mictlantecuhtli en conservarlos respondía a la idea de que la muerte debía mantener su dominio, mientras que Quetzalcóatl, en su papel de dador de vida, buscaba transgredir ese equilibrio.

Este mito refleja la visión mexica del cosmos como un espacio de tensiones constantes, donde la existencia solo era posible gracias al equilibrio entre fuerzas opuestas. La recuperación de los huesos no solo representaba el renacimiento de la humanidad, sino también la reafirmación de la dualidad fundamental entre la creación y la destrucción, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte.

¿Quien es Mictlantecuhtli?

Dentro de la mitología mexica, zapoteca y mixteca, Mictlantecuhtli ocupaba un lugar central como el dios del inframundo y de los muertos. Su nombre, proveniente del náhuatl (Miktlāntēkwtli), puede traducirse como “Señor del Mictlán” o “Señor del lugar de los muertos”, desglosándose en Miktlān (Mictlán, el inframundo), mikki (muerto), -tlān (lugar, entre) y tekwtli (señor). Además de este título, era conocido con otros nombres según la región y la cultura. Entre los zapotecas, se le veneraba como Pitao Pezeelao, mientras que en el contexto nahua también recibía el apelativo de Popocatzin (Popōkatsin, “ser humeante”), aludiendo a su conexión con el fuego y la transformación.

Cuando los españoles llegaron a nuestra tierra aparecieron misioneros que tradujeron al Mictlán como infierno y mi nombre como el diablo. Sólo podían imaginarse el mundo a través de su religión, pero éste fue su gran error.

Mictlantecuhtli no solo reinaba sobre el Mictlán, sino que también compartía su soberanía con su esposa, Mictecacíhuatl, la Señora del Inframundo. Su dominio abarcaba los nueve niveles del inframundo, así como los ríos subterráneos, por los que debían transitar las almas de los difuntos en su travesía hacia el descanso final. En la cosmovisión mesoamericana, el destino de los muertos dependía de la forma en que habían fallecido, y aquellos que no perecían de manera heroica o sagrada (en la guerra, el parto o por sacrificio) eran conducidos a la morada de Mictlantecuhtli.

Representación Iconográfica y Atributos

Mictlantecuhtli es representado como un esqueleto descarnado con una calavera prominente, cuyas mandíbulas abiertas evocan su insaciable dominio sobre la muerte. A diferencia de otras deidades del inframundo, sus representaciones suelen conservar los globos oculares, lo que sugiere su vigilancia eterna sobre las almas. Su cabello, encrespado y negro, se asocia con la región de oscuridad absoluta en la que reside.

En el Códice Borgia, se le muestra portando sobre la espalda un sol negro, símbolo del astro en su tránsito por el mundo subterráneo, desde el crepúsculo hasta la aurora. Este detalle enfatiza su papel como regente de la noche y de los ciclos cósmicos ocultos a los ojos de los vivos. De manera similar, en diversas fuentes prehispánicas, aparece con la boca abierta para recibir los astros que caen en el inframundo durante el día, lo que refuerza su papel en el ciclo eterno de vida, muerte y renovación.

Entre sus distintivos adornos se encuentran huesos humanos, los cuales porta como orejeras y como parte de su atavío. Su vestimenta incorpora piezas de papel plegado en forma de rosetas, conocidas como ixcochtechimalli y cuechcochtechimalli, así como la bandera blanca doblada, el pantololli, y una estola de papel blanco denominada stigma. Estos elementos rituales enfatizan su conexión con los ritos funerarios y la veneración a los muertos.

Pero ojo, no todos vendrán conmigo. Los grandes guerreros mexicas y las mujeres fallecidas en el parto se dirigen hacia la morada del Sol, todos los días lo acompañan hasta el mediodía. Después de cuatro años se convierten en colibríes y pueden bajar a la tierra para alimentarse del néctar de las flores.

Quienes fallecen ahogados o por un rayo van al Tlalocan, un lugar de delicias con un jardín verde repleto de flores, donde reina el dios Tláloc.

Los bebés que nacen muertos o que no han probado alimento sólido se dirigen al Chichihuacuauhco, un sitio con un árbol nodriza lleno de frutos en forma de mamas, donde los pequeños toman leche.

El Simbolismo del Perro y el Tránsito de las Almas

Dentro del ritual funerario mesoamericano, el perro xoloitzcuintle desempeñaba un papel crucial, pues se creía que acompañaba a los difuntos en su viaje a través del Mictlán. Este vínculo subraya la relación de Mictlantecuhtli con el destino de las almas y su papel como custodio del tránsito entre la vida y la muerte.

En la cultura zapoteca, su contraparte, Pitao Pezeelao, era honrado con sacrificios de guajolotes cuando alguien fallecía, y se le invocaba en tiempos de guerra para asegurar la victoria o para apaciguar epidemias devastadoras. Su principal centro ceremonial se encontraba en la ciudad sagrada de Mitla, lugar cuyo nombre deriva del náhuatl Mictlán, reforzando su asociación con el mundo de los muertos.

Mictlantecuhtli y el Calendario Adivinatorio

Mictlantecuhtli era también una deidad vinculada con la adivinación y la estructura cíclica del tiempo. En el tonalpohualli (calendario ritual mexica), era el patrón del día “perro” (itzcuintli), símbolo del viaje al inframundo. Asimismo, gobernaba el día mizquiztli (“muerte”), cuyo emblema era un cráneo descarnado, reforzando su influencia sobre el destino de las almas y su poder sobre el reino de los difuntos.

Mictlantecuhtli y la Dualidad Cósmica

El significado de su nombre puede analizarse conforme a la estructura del náhuatl, siguiendo la construcción gramatical de derecha a izquierda:

  • Tecuhtli: “señor”
  • tlān: “lugar de”
  • Mic-: raíz de “morir” o “muerto”

Esto confirma su significado como “Señor del lugar de los muertos”, pero más allá de su título, Mictlantecuhtli representaba un concepto fundamental dentro del pensamiento mesoamericano: la dualidad entre la vida y la muerte, el día y la noche, el mundo superior y el inframundo. En esta visión cíclica del universo, su presencia no era sinónimo de un final absoluto, sino de un tránsito necesario para la continuidad del cosmos.

El Origen de Mictlantecuhtli

La figura de Mictlantecuhtli no surgió exclusivamente dentro de la mitología mexica, sino que tiene sus raíces en una tradición mucho más antigua que abarcó diversas civilizaciones mesoamericanas. Su culto y atributos fueron moldeados a lo largo del tiempo, adoptando elementos de otras deidades relacionadas con la muerte y el inframundo.

En la tradición zapoteca, existía una divinidad esquelética vinculada con la muerte, cuyas representaciones en urnas funerarias presentan rasgos semejantes a los de Mictlantecuhtli, en particular la prominencia de los huesos y la calavera.

Por otro lado, en la cosmovisión mixteca, se describían entidades soberanas del inframundo que compartían atributos con Mictlantecuhtli, sobre todo en el uso de iconografía cadavérica, tales como adornos hechos con huesos y cráneos, símbolos de su poder sobre los muertos.

En la cultura maya, el dios de la muerte Ah Puch —también conocido como Kisin o Yum Kimil— poseía características similares: se le representaba con piel en descomposición, ojos saltones y un aliento pestilente, lo que evidencia la existencia de un arquetipo mesoamericano del dios de la muerte.

Cuando los mexicas se establecieron en el Valle de México, asimilaron estos elementos y los adaptaron a su propia cosmovisión. Así, la figura de Mictlantecuhtli se consolidó como la máxima deidad del inframundo, aquel que gobernaba sobre los muertos y controlaba el destino de las almas.

Iconografía y Representación de Mictlantecuhtli

La imagen de Mictlantecuhtli es inconfundible dentro del arte mesoamericano, pues reúne una serie de elementos que reflejan su dominio sobre la muerte y la putrefacción. Su aspecto aterrador y descarnado no solo enfatizaba su conexión con el inframundo, sino que también reforzaba el temor y la veneración que inspiraba entre los pueblos mesoamericanos.

Principales características iconográficas:

  • Forma cadavérica o esquelética: Su representación más común es la de un hombre descarnado, un esqueleto de proporciones humanas que exhibe la fragilidad de la carne y la inevitabilidad de la muerte.
  • Mandíbulas abiertas: En diversas figuraciones, su boca aparece entreabierta o desquiciada, simbolizando su naturaleza devoradora de almas y su insaciabilidad.
  • Ojos saltones: A pesar de su apariencia esquelética, sus ojos suelen mostrarse grandes y abiertos, lo que puede interpretarse como una vigilia perpetua sobre el Mictlán.
  • Adornos de huesos y calaveras: En códices y esculturas, se le presenta ataviado con collares y tocados hechos de huesos cruzados y cráneos, una iconografía que refuerza su estrecha relación con la muerte.
  • Piel pintada de rojo y negro: Algunos códices lo muestran con el cuerpo teñido de rojo, evocando la sangre y el sacrificio, mientras que el negro simboliza la oscuridad y el inframundo.
  • Manos con garras o uñas largas: En ciertas representaciones, sus manos aparecen con garras afiladas, lo que incrementa su aspecto temible y refuerza su poder sobre los muertos.

Uno de los hallazgos arqueológicos más representativos de Mictlantecuhtli es la escultura de barro encontrada en el Templo Mayor de Tenochtitlán, donde se le muestra con una expresión feroz y descarnada. Asimismo, su imagen se ha preservado en códices como el Codex Borgia y el Codex Vaticanus, en los que aparece interactuando con otras deidades y con las almas de los difuntos en el inframundo.

Culto y Rituales en Honor a Mictlantecuhtli

Si bien Mictlantecuhtli simbolizaba la muerte, también representaba la transición entre el mundo terrenal y el más allá, reflejando la visión cíclica de la existencia que los mexicas concebían. Su culto estaba profundamente vinculado con los ritos funerarios y con las prácticas destinadas a asegurar el tránsito de las almas.

Uno de los momentos clave en su veneración ocurría durante el mes de Tititl, una de las festividades del calendario ritual en la que se le rendían honores en el Templo Mayor de Tenochtitlán. Su recinto sagrado, conocido como Tlalxicco (el “ombligo de la tierra”), era considerado el punto de contacto entre el mundo de los vivos y el Mictlán.

Ritos y ofrendas dedicadas a Mictlantecuhtli:

  • Sacrificios rituales: Los perros xoloitzcuintles eran ofrendados en su honor, pues se creía que estos animales guiaban a las almas en su travesía por el inframundo.
  • Ofrendas de comida e incienso: Se depositaban alimentos y copal en los altares dedicados al dios, con la intención de honrarlo y procurar la protección de los difuntos en su viaje al más allá.
  • Figuras de barro: Representaciones de Mictlantecuhtli en cerámica eran colocadas en los entierros, como un medio para asegurar el paso seguro de las almas.

Poderes y Atributos de Mictlantecuhtli

Mictlantecuhtli no solo era el soberano del Mictlán, sino también su custodio y guardián. Su principal función era impedir que las almas escaparan y asegurarse de que todas atravesaran las pruebas necesarias antes de alcanzar su descanso final.

Se le asociaba con:

  • La putrefacción y la descomposición, pues su dominio abarcaba los restos de los muertos y la disolución de la carne.
  • La noche y la oscuridad, ya que su reino se ubicaba en la parte más profunda del inframundo, donde no llegaba la luz del sol.
  • Los huesos y la regeneración, porque dentro de la cosmovisión mexica, la muerte no significaba el fin absoluto, sino un ciclo de transformación y renacimiento.

Cultura Popular

A pesar del paso del tiempo, la figura de Mictlantecuhtli sigue teniendo una presencia notable en la cultura mexicana, particularmente en las festividades del Día de Muertos, donde se le vincula con la tradición de honrar a los difuntos.

Asimismo, su imagen ha trascendido al ámbito de la literatura, los videojuegos, el cine y los cómics. Se le ha representado en diversas obras contemporáneas, como en Assassin’s Creed, Grim Fandango y en el universo de DC Comics.

Su iconografía como dios esquelético ha inspirado representaciones modernas de la muerte en México, influyendo en figuras como la Santa Muerte y en la propia concepción de la calavera dentro del arte popular.

Más que un simple símbolo de muerte, Mictlantecuhtli representa la interdependencia entre la vida y el más allá, un recordatorio de que todo lo que nace está destinado, tarde o temprano, a regresar a su morada.

Los aztecas celebraban una fiesta en honor a Mictlantecuhtli cada año, conocida como la Noche de Muertos. Durante esta festividad, se creía que las almas de los muertos podían regresar al mundo de los vivos para visitar a sus seres queridos.

El Mictlán: El Reino de los Muertos

Dentro de la mitología mexica, el Mictlán era la morada de la gran mayoría de los fallecidos, aquellos que no eran elegidos para acompañar a Tonatiuh, Huitzilopochtli o Tláloc en sus respectivos reinos. Situado en la región norte del cosmos, este inframundo se extendía a lo largo de nueve niveles, a través de los cuales las almas debían transitar antes de alcanzar el descanso definitivo.

La concepción del Mictlán no respondía a una lógica de castigo ni recompensa, sino que reflejaba la visión cíclica de la existencia. No era el comportamiento del individuo en vida lo que determinaba su destino, sino la manera en que había muerto. Quienes perecían de muerte natural eran destinados a este reino, sin importar su rango social o acciones terrenales.

Este lugar, situado en los nueve pisos inferiores del cosmos, recibía diversos nombres que reflejaban la percepción que los mexicas tenían de la muerte. Se le conocía como “Nuestra casa común”, “El sitio donde todos van” y “La región de los descarnados”, pues su existencia no discriminaba a nadie.

Un Reino de Tinieblas y Criaturas del Inframundo

El Mictlán era concebido como un lugar oscuro y habitado por criaturas temibles, asociadas con la muerte y la descomposición. En su interior abundaban insectos y sabandijas, como ciempiés, alacranes y arañas, además de las aves nocturnas, criaturas que reforzaban la idea de un inframundo hostil y sombrío.

Uno de los relatos más emblemáticos sobre este reino se encuentra en el mito de la creación del hombre. En esta historia, Quetzalcóatl descendió al Mictlán en busca de los huesos de las generaciones pasadas, pues con ellos daría origen a la nueva humanidad. Sin embargo, Mictlantecuhtli, consciente del valor de aquellos restos, ordenó a los animales del inframundo perseguir al dios y frustrar su propósito. Aunque Quetzalcóatl logró escapar, la persecución simboliza la tensión entre la vida y la muerte, fuerzas inseparables en la cosmovisión mesoamericana.

Los Trece Cielos y los Nueve Inframundos

Para los mexicas, el universo estaba compuesto por trece planos celestes y nueve niveles subterráneos, con la Tierrasituada en el centro de esta estructura cósmica. Dentro de esta jerarquía, el Mictlán representaba la región más profunda y el destino final de los muertos comunes.

El acceso a este reino no era inmediato. Las almas debían atravesar una serie de pruebas y desafíos, los cuales ponían a prueba su resistencia antes de llegar al Chicnauhmictlán, el nivel más bajo donde residía Mictlantecuhtli.

El Viaje de las Almas a Través del Mictlán

El tránsito de las almas por el Mictlán duraba cuatro años y consistía en superar nueve niveles, cada uno con obstáculos que solo los más perseverantes podían vencer:

  1. Chignahuapan – El alma debía cruzar un río caudaloso. Para ello, contaba con la ayuda de un xoloitzcuintle, cuya tarea era cargarla a través del agua. Por esta razón, se enterraba un perro junto al difunto.
  2. Tepeme Monamictia – Dos montañas colosales se movían constantemente, chocando entre sí. El difunto debía encontrar el momento exacto para atravesarlas sin ser aplastado.
  3. Iztepetl – Un cerro cubierto de afiladas hojas de obsidiana, donde cada paso significaba un riesgo de ser despedazado.
  4. Cehuecayan – Un lugar dominado por un viento helado, que cortaba como si estuviera hecho de cuchillos de obsidiana.
  5. Itzehecáyan – Un espacio donde las banderas flotan en el aire, representando la confusión y el desasosiego del difunto.
  6. Teocoylehualoyan – En este sitio, un jaguar hambriento acechaba a las almas y devoraba sus corazones.
  7. Apanhuiayo – Un lago de agua negra, habitado por la lagartija Xochitónal, quien intentaba impedir el paso de los difuntos.
  8. Chiconauapan – La última prueba antes del descanso final. Aquí, el alma llegaba a la orilla de un río y debía atravesarlo para alcanzar el destino final.
  9. Chicnauhmictlán – El nivel más profundo, donde el difunto finalmente encontraba el descanso eterno bajo el dominio de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl.

Ritos Funerarios y Ofrendas para el Viaje

Los mexicas creían que los difuntos debían estar preparados para su travesía al Mictlán. Por ello, los cuerpos eran enterrados con amuletos y ofrendas, elementos que les ayudarían en su viaje:

  • Un jarrillo con agua, para saciar la sed en el camino.
  • Un sudario de mantas y papeles, con los que el alma podía atravesar lugares peligrosos.
  • Una cuenta de jade en la boca del difunto, símbolo del corazón y posible prenda para las deidades del inframundo.
  • Objetos valiosos, que serían entregados a Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl al final del recorrido.
  • La incineración del cuerpo, cuyas cenizas y jade eran guardadas en una urna dentro de la casa del fallecido, donde se le rendían ofrendas durante cuatro años, el tiempo que duraba su tránsito al Mictlán.

Sacrificios Humanos en Honor a Mictlantecuhtli

Dentro de los rituales mexicas, los sacrificios humanos eran una práctica común, y Mictlantecuhtli tenía un papel crucial en estos ceremoniales. Se creía que su favor era necesario para garantizar el equilibrio cósmico, por lo que guerreros capturados en batalla eran sacrificados en su honor.

Después de los sacrificios, la sangre era recogida en grandes jarras de barro y colocada frente a los ídolos de la deidad. Los sacerdotes, llamados tlamacazque, distribuían la sangre entre los nobles y supervisores del templo, quienes a su vez la compartían con sus sirvientes y familiares. Se dice que la carne de los sacrificados tenía un sabor similar al del puerco, razón por la cual este animal fue altamente valorado tras la llegada de los españoles.

El Mictlán en el Calendario Sagrado

El Mictlán no solo era el destino de los muertos, sino también un eje fundamental en la estructura del tiempo mexica. Los trece dioses celestiales que habitaban los trece cielos y los nueve señores del inframundo influían en el destino de los días, determinando si eran fastos o nefastos.

Mictlantecuhtli gobernaba el día número 10, llamado Itzcuintli (perro), y la trecena número 10 del calendario adivinatorio. Su fecha sagrada era el 6 Casa, un día de profunda trascendencia espiritual.

El Mito del Origen de los Humanos

Uno de los relatos más significativos de la mitología mexica es la historia de cómo Quetzalcóatl engañó a Mictlantecuhtli para obtener los huesos de la humanidad pasada. Tras superar diversas pruebas impuestas por el dios de la muerte, logró escapar con los huesos, aunque estos se rompieron en el proceso. Como resultado, los seres humanos nacieron de distintos tamaños.

Al llegar a la tierra, Quetzalcóatl mezcló los huesos pulverizados con su propia sangre, y de esta unión nació la actual raza humana, reafirmando la interdependencia entre la muerte y la vida.

Mito de Mictlantecuhtli, dios azteca de la muerte

La figura de Mictlantecuhtli y el Mictlán representan un aspecto fundamental dentro de la cosmovisión mexica, en la cual la muerte no era un final absoluto, sino una fase dentro del ciclo cósmico. Su origen, influenciado por otras civilizaciones mesoamericanas como los zapotecas, mixtecas y mayas, consolidó su papel como la máxima deidad del inframundo, reflejando la interdependencia entre la vida, la muerte y la regeneración.

El Mictlán, concebido como la morada de los muertos que perecían de manera natural, no era un lugar de castigo, sino un espacio de tránsito donde las almas debían superar nueve niveles antes de alcanzar el descanso definitivo. La importancia de los rituales funerarios, las ofrendas y los sacrificios humanos demuestra el papel central que tenía la muerte en la sociedad mexica, no como un evento trágico, sino como un proceso que aseguraba el equilibrio del universo.

Asimismo, el mito de la creación de los humanos, en el cual Quetzalcóatl desciende al Mictlán para recuperar los huesos de las generaciones pasadas, refuerza la noción de que la vida surge de la muerte, perpetuando un ciclo eterno de destrucción y renacimiento.

En la actualidad, la influencia de Mictlantecuhtli persiste en tradiciones como el Día de Muertos, en la cultura popular y en las representaciones modernas de la muerte en México. Su legado sigue vigente como un símbolo de la relación entre el hombre y su destino final, recordando que la muerte no es más que el puente hacia una existencia diferente.

Fuentes y Bibliografía

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    Ver más.
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